domingo, 14 de octubre de 2012

TEORIA DEL KAOS




c. Caos y lenguaje.- Hábito laríngeo según el conductismo, embrujador de la inteligencia para Wittgenstein, función semiótica de acuerdo a Piaget, sistema de oposiciones y diferencias según Saussure, producto de transformaciones sintácticas para Chomsky, apaciguador de la agresividad para Freud o modelo isomorfo del inconciente según Lacan, el lenguaje fue, desde los sofistas griegos hasta nuestros días, el objeto y el motivo de agudas reflexiones y perplejidades varias. Y tal vez sea mucho más lo que aún no se ha dicho.

Pero, ¿acaso tienen algo que decirnos la termodinámica y la teoría del caos acerca de la naturaleza de una de las más notables creaciones del cerebro humano, a su vez la entidad más compleja e impredecible del universo conocido? No está de más intentarlo: como dice Prigogine, las ciencias naturales y las ciencias humanas solamente tienen dos opciones: o progresan juntas, o juntas desaparecen. En este caso, obviamente, aludimos a la física y a la psicolingüística.
Sepa el lector que, para comprender lo que sigue, no está obligado a conocer abstrusas fórmulas de entropía o de energía interna: nada menos que para Einstein, la mayor parte de las ideas fundamentales de la ciencia son esencialmente sencillas. Lo son, sí, las ideas, agregamos, pero no tal vez las realidades a que ellas remiten, siendo que la claridad es apenas una ilusión útil que esconde toda la complejidad de los sucesos ?por fin? aclarados.
Organicémonos. El lenguaje humano -y, paradigmáticamente, el lenguaje verbal- puede ser concebido como un sistema cerrado o como un sistema abierto.


El lenguaje como sistema cerrado.- Sabemos que un sistema cerrado no intercambia materia, ni energía ni información con su entorno. Cuando el autor compone su texto, entrega información, y cuando el lector lo lee recibe información. Este intercambio de información hace que el lenguaje sea un sistema abierto, pero supongamos ahora que un trozo de discurso no tenga esa sublime posibilidad, debido a que poco a poco deje de recibir energía e información de su entorno.

El primer ejemplo es un discurso hablado por una persona. ¿Cómo va cambiando este texto, pongamos por caso, cada diez años? Conforme avanza el tiempo, y como consecuencia de la natural involución del sistema nervioso, ese texto va desintegrándose cada vez más, hasta constituír en el anciano, un conjunto amorfo de palabras donde los significados y la organización sintáctica se pierden cada vez más y más. Ellenguaje avanza hacia un estado de desorden cada vez más acentuado, y lo que supuestamente funciona como soporte material, esto es, la red neuronal, poco a poco y especialmente después de la muerte va convirtiéndose en materia inorgánica, y esta a su vez en polvo cósmico, si hemos de considerar que han pasado eones.
Nuestro segundo ejemplo es un texto escrito. Sus significantes son acúmulos de tinta que, si los dejamos estar sin suministro de energía o información del exterior, manteniéndolos aislados como sistemas cerrados, poco a poco evolucionarán también hacia un estado de máximo desorden, o como dicen los físicos, hacia un estado de máxima entropía: el papel que los soporta va desintegrándose con el paso del tiempo y el final es equivalente al final del lenguaje hablado abandonado a su suerte: el polvo cósmico. En un poema, J.L. Borges se preguntaba acerca de qué relación podían tener una biblioteca con el polvo estelar, y aquí la termodinámica viene a dar su propia respuesta.

Significantes y significados, aislados de su ambiente, tienen así un destino que resulta perfectamente predecible, lo que nos produce en todo caso más desazón que perplejidad: la termodinámica ya tiene previsto que los sistemas cerrados evolucionan hacia el desorden, porque no reciben del exterior el ?combustible? que les permite mantenerse organizados u organizarse aún más.
Para decir lo mismo desde otro punto de vista: considerado como sistema cerrado, el lenguaje tiende a evolucionar hacia un estado de máxima probabilidad: el estado de desorden. El punto de partida puede ser por ejemplo un estado de lengua organizado, donde cada letra no aparece por azar sino que tiene asignada una determinada probabilidad de aparición. Por ejemplo, es más probable que la siguiente letra de un texto sea una "e" y no una "z", como advirtieron los pensadores de la Teoría de la Información, con Shannon a la cabeza.

Sin embargo, en cuanto ese mismo lenguaje evoluciona (o si se prefiere, involuciona) hacia un estado de desorganizacíón cada vez mayor, ya dejan de existir razones valederas para pensar que unas letras tienen más probabilidad que otras: todas adquieren la misma probabilidad de aparecer, puesto que su distribución es al azar. Este estado de equiprobabilidad es perfectamente predecible y es, por lo demás, el estado final más probable. El lenguaje de un cerebro muy senil, por caso, es tan azaroso que cualquier letra tiene la misma probabilidad de seguir otra cualquiera.
Hasta aquí vamos extrayendo una conclusión: a medida que el lenguaje se desorganiza, se torna predecible su estado final, a saber, el máximo desorden, y al mismo tiempo y por eso mismo se tornan impredecibles las siguientes letras o palabras que aparecerán. Como decíamos, ¿acaso podemos predecir cuál es la próxima palabra que pronunciará un esquizofrénico delirando, o un sujeto con demencia senil? El lenguaje como sistema cerrado evoluciona hacia grados de impredecibilidad perfectamente predecibles. Ello ocurre porque el sistema se va ?cerrando? cada vez más, a medida que las neuronas dejan de recibir adecuadamente la energía proveniente de la glucosa, o a medida de dejan de recibir información a través de órganos sensoriales en decadencia.